Por: Alejandro León de la Barra, junio 2005
En el año de 1964 se publicó en la revista Universo, de la Sociedad Astronómica de México, una serie de cuatro artículos con este mismo título. Han transcurrido cuarenta años, y durante este tiempo los instrumentos y mapas estelares accesibles a los aficionados han mejorado muchísimo, por lo que vale la pena repetir, con cambios y adiciones, esos artículos.
Sigue siendo actual el título de “Ya tengo telescopio ¿y ahora qué?”, ya que es una pregunta que el aficionado a la astronomía se hace en alguna época de su afición. Después de haber observado la Luna, el Sol y los Planetas, el aficionado principiante ha agotado el uso práctico de su telescopio; entonces se compra un Atlas o Catálogo estelar y al ver lo complicado que es escoger objetos visibles por su telescopio, frecuentemente se desanima, y el telescopio termina sus días arrumbado en el fondo de un closet o en el sótano.
Se ha aumentado la lista de objetos sugeridos para observar, teniendo en cuenta que hay disponibilidad, al alcance económico de aficionado, de telescopios de mayores aberturas que los que había hace cuarenta años.
Se han elaborado dos formatos para las listas, con objeto se simplificar su uso. Una de ellas se ordenado por ASCENSIÓN RECTA y la otra por CONSTELACIONES. En ambas se han incluido las coordenadas, ascensión recta y declinación correspondientes al año 2000.0.
Los Atlas Estelares utilizados fueron:
a) Norton´s 2000.0 and Reference Handbook, Editado por Ian Ridpath. Edición 18.
b) Wil Tirion Sky Atlas 2000.0, Sky Publishing Corp.
c) Uranometria 2000.0, Vol. I & Vol. II, Tirion, Rappaport & Lovi, Willimann-Bell Inc.
Estos atlas sirvieron de base para elaborar este resumen. El material presentado no es original, sino una selección personal de objetos visibles con telescopios de aficionados.
Se incluyeron columnas especificando el número de mapa en se encuentra cada uno de los objetos en los tres atlas.
CÚMULOS GLOBULARES
Los magníficos cúmulos globulares son enormes conglomeraciones de estrellas, casi siempre de forma circular, conteniendo cientos de miles y aún millones de estrellas, a diferencia de los cúmulos abiertos, que contienen solamente unos cientos de estrellas.
Estos curiosos objetos, redondos, perfectos, bien definidos, inconfundibles por su aspecto, son enormes esferas de estrellas “viejas”, objetos muy distantes de una gran luminosidad, a diferencia de los demás objetos de la galaxia que se formaron dentro del disco galáctico, éstos se formaron de material de materiales de desecho, gases y polvo.
La mayoría se los cúmulos globulares tiene una forma esférica, o ligeramente elíptica, como “Omega del Centauro” (NGC 5139), con un diámetro aproximado de 100 años luz o más. Se conocen unos 110 cúmulos globulares en nuestra galaxia, la mayoría de ellos eran conocidos por Herschel a fines del siglo XVIII y muy pocos han sido descubiertos desde entonces, no obstante el hecho de que se han empleado instrumentos telescópicos más grandes y fotografías.
Se han incluido en esta lista 34 cúmulos globulares. Se encuentran flotando en la periferia de la galaxia, alrededor del centro como si fueran mariposas nocturnas congregadas alrededor de una flama, a grandes distancias de nosotros y del centro de la galaxia, y tienen enormes órbitas elípticas que los llevan a introducirse y volver a salir dentro del plano de nuestra galaxia.
No se encuentran distribuidos uniformemente por todo el cielo. Se concentran principalmente en la dirección de Sagitario, a ambos lados de la Vía Láctea. William Herschel fue el primer astrónomo que identificó la naturaleza de estos enormes grupos de estrellas. A él se debe el nombre de “cúmulos globulares”, ya que así los clasificó por primera vez en su catálogo en 1786.
Harlow Shapley, reconoció la relación entre los cúmulos globulares y las dimensiones de la galaxia; empleando el telescopio de Monte Wilson hizo un estudio detallado de estos objetos y basándose en la relación entre el período de variación de algunas estrellas variables de los cúmulos, pudo fijar el diámetro aproximado de la galaxia en 100,000 años luz y a una distancia de 30,000 años luz del centro de la galaxia al Sol.
Ejemplos notorios de cúmulos globulares en esta lista son Omega del Centauro (NGC 5139), el cúmulo de Hércules (M-13), M-22, y M-71, M-3 en los Lebreles, M-4 en Escorpio, M-5 en la Serpiente y M-55 en Sagitario.
La emoción de lo increíblemente lejano la sentiremos al ver un cúmulo globular. La observación de los cúmulos globulares tiene algo de majestuoso, y difícilmente nos resignaremos a no volver a observarlos.
Casi el 50% de ellos son visibles con binoculares; con un telescopio de abertura de 7.5 cm. (3″) y escasa iluminación, pueden observarse unos 80, y con una abertura de 12cm (5″) pueden verse todos. Desgraciadamente, debido a lo compacto que son, es difícil resolver estrellas individuales en la mayoría de los casos. Una notable excepción es la Omega del Centauro (NGC 5139), el más espectacular del cielo, y que se puede resolver parcialmente con binoculares de 7X.
No obstante de encontrarse grandes distancias, los cúmulos globulares son sorprendentemente brillantes. Son fácilmente visibles, incluso en la ciudad, como discos borrosos más brillantes en el centro y difuminados hacia los bordes. Por lo general, la regularidad de su forma es perfecta. Aunque al principio puedan parecernos azulados, casi todos ellos tienden al rojo, por su abundancia en estrellas de esta clase: unos son amarillos, otros anaranjados, otros diríase que tienen tono casi ocre; aunque el gris amarillento es el que predomina. Con los más brillantes se puede intentar una resolución parcial: basta cambiar de ocular y forzar los aumentos, tanto como lo permita la nitidez de la imagen. Normalmente con 100 ó 150 aumentos ya se ve en el seno de aquellos grandes globos de luz un emocionante hormigueo que revela la presencia de miles y miles de estrellas individuales. Es algo que, cuando el instrumento es modesto, se adivina más de lo que se ve: pero la sugestión que nos produce la resolución, siquiera parcial, de un cúmulo globular, difícilmente se borrará de nuestro recuerdo.
La mejor época del año para observar los cúmulos globulares es el Verano.
CÚMULOS ABIERTOS.
Los cúmulos abiertos son grupos sueltos de soles jóvenes, también se les conoce como cúmulos galácticos, y cada uno de ellos puede contener cientos de estrellas. Un buen cúmulo abierto, brillante enjambre de estrellas, es siempre un espectáculo vistoso.
Hay mas de quinientos cúmulos abiertos catalogados; en esta lista se han incluido 53 que están fácilmente al alcance de los aparatos de los aficionados.
Algunos brillan con soles de diferentes colores, mientras que otros solo se ven como pequeñas nubes. Pero conforme vamos avanzando en el conocimiento del cielo, nos impresionará más la imagen, tal vez borrosa y débil, de los lejanos cúmulos irresolubles, manchitas a veces casi imperceptibles, que parecen pegadas al infinito.
Las estrellas se forman por la condensación de gases y polvo, hasta que se forma suficiente masa para producir una reacción nuclear. Debido a esto las estrellas nacen en grupos, un proceso de reciclaje de materia estelar, y estos grupos, que son precisamente los cúmulos abiertos, giran lentamente alrededor de centro de la galaxia hasta que finalmente se dispersan.
Estos cúmulos abiertos son visibles en la galaxia de la Vía Láctea, por eso se llaman también Cúmulos Galácticos. Muchos se encuentran cerca de nosotros.
Son los objetos más fáciles de observar con telescopios de aficionados.
Notablemente brillantes. muchos cúmulos abiertos son visibles con binoculares, y una gran cantidad de ellos tienen diámetros aparentes mayores de un grado, lo que hace que los binoculares sean el instrumento ideal para su observación.
Cualquier telescopio o binocular con potencia suficiente para producir un contraste, será bastante para obtener vistas mucho mejores que cualquier fotografía. Sin embargo hay cúmulos abiertos muy tenues cuya observación será difícil por estar cerca del límite visual del instrumento; para poder observar estos se requerirá estar con los ojos totalmente adaptados a la oscuridad y además se deberá utilizar la técnica de visión lateral, es decir, dirigiendo la mirada a un lado en tal forma que la luz de las estrellas más tenues sea captada por aquella porción de la retina que sea mas sensitiva a poca luz.
Dada la proximidad relativa de estos objetos, al observarlos se tendrá la impresión de visión en tercera dimensión, especialmente cuando los observamos con un fondo de estrellas de la Vía Láctea. Aunque esto es solamente psicológico, también es real en la mayoría de los casos, ya que estos cúmulos realmente están más cercanos que las estrellas más tenues.
Hay cúmulos que pueden resolverse parcialmente a simple vista, como las Pléyades, otros que precisan de unos prismáticos y otros muchos que aún con los más potentes telescopios no pasan de aparentar una nubecilla borrosa. Aproximadamente unos doscientos son asequibles a una abertura de 7.5cm.(2.5″)
Los cúmulos se deben observar en un lugar bien oscuro. La iluminación externa es fatal para los cúmulos débiles. Algunos como las Pléyades o el Pesebre, son espectaculares en todas condiciones; otros nos parecerán pobres, y sólo se trasformaran en pasmosos torbellinos de estrellas cuando al fin podamos ir al campo y contemplarlos como es debido.
Algunos como las Pléyades (M-45), son grupos sueltos de estrellas, y otros, como la Nebulosa del Pato (M-11) en el Escudo tienen un gran congestionamiento de estrellas. Vale pena no perderse de la observación de M-35 en los Gemelos, el cúmulo del Búho (NGC 663) en Casiopea, las Pléyades del Sur (IC 2602) en Carina, el Doble Cúmulo de Perseo (NGC 884, NGC 869), y el Alhajero (NGC 4755) en la Cruz del Sur.
El mejor tiempo para observar estos cúmulos es Agosto y Septiembre, ya que es la época en que se pueden observar los más espléndidos cúmulos galácticos,
NEBULOSAS
Derivando lentamente en el vacío del espacio interestelar hay enormes nubes de gas y polvo cósmico llamadas nebulosas. Se denominan también nebulosas galácticas, y pueden clasificarse en cuatro tipos: nebulosas difusas, nebulosas de emisión, nebulosas de reflexión y nebulosas oscuras.
Las estrellas nacen de las nebulosas difusas. Estas grandes nubes se encuentran principalmente en las regiones exteriores de la Vía Láctea y galaxias similares. Las nebulosas difusas están compuestas principalmente de hidrógeno, helio, nitrógeno y oxígeno. Durante el proceso de formación de las estrellas estos gases entran en un estado de alta excitación molecular, haciendo que la nebulosa “brille”, en forma similar a el gas neón dentro de un tubo. Estas “fábricas de estrellas” se denominan nebulosas de emisión” La Gran Nebulosa de Orión (M-42) es el ejemplo más clásico de las nebulosas de emisión, fácilmente visible en ambos hemisferios. Incrustadas dentro de sus calientes nubes hay varias estrellas que se “han encendido” recientemente en los últimos 100,000 años aproximadamente.
Eventualmente, la masa de una nebulosa de emisión será insuficiente para poder crear soles adicionales. Y se convierten en nebulosas de reflexión, las cuales solamente son visibles reflejando la luz que reciben de las estrellas que las rodean consecuentemente son poco brillantes a menos de estar cerca de las estrellas. Y finalmente, las nubes restantes se disiparán debido a la radiación emitida por las mismas estrellas que crearon. La M-78 (NGC 2068) en Orión, es un ejemplo de una nebulosa de reflexión, otros ejemplos de estas nebulosas son, la Roseta (NGC 2244), y la del Cangrejo (M-1). La nebulosa de Orión es probablemente el objeto más delicado del cielo, y posiblemente el que recibe más veces la visita del aficionado.
Las nebulosas difusas que más eluden la observación son realmente invisibles. En vez de emitir o reflejar luz, como sus brillantes compañeras, estas nebulosas oscuras, son nubes opacas de polvo que bloquean el paso de la luz de las estrellas y gas que se encuentran detrás de ellas. Se ven como agujeros sin estrellas entre los campos estelares. Muchas nebulosas oscuras estuvieron sin descubrirse hasta que fueron reveladas por los procesos fotográficos modernos. Entonces fue cuando se reconoció que no eran “agujeros en el cielo” sino masas oscuras de materia cósmica. Las nebulosas oscuras son más visibles cuando están frente a un campo de estrellas y entonces se ven como siluetas. El ejemplo más clásico de nebulosas oscuras, desgraciadamente está fuera del alcance de telescopios de aficionados, es la NGC 1434, llamada “Cabeza de Caballo” en Orión, otras nebulosas oscuras de interés son: la nebulosa Norte América en el Cisne, los “sacos de carbón”, del Cisne, Sagitario, Ofiuco , y Cruz del Sur.
Su distribución en nuestra galaxia no es uniforme, se encuentran más concentradas en el plano de la Vía Láctea. Mencionamos en esta lista solamente 13 nebulosas y 7 cúmulos con nebulosas, ya que son objetos difíciles de observar con telescopios de pequeñas aberturas, además son los que más sufren como consecuencia de la iluminación artificial.
El buscar estos cuerpos celestes vaporosos es a la vez excitante y frustraste. Las mejores imágenes de las nebulosas no se obtienen con la observación directa, sino con la fotografía, la fotografía acumula luz con el tiempo; el ojo humano solo lo hace durante una décima de segundo.
La mejor época del año para observar las nebulosas galácticas es el Otoño y el Invierno.
NEBULOSAS PLANETARIAS.
Las nebulosas planetarias son un grupo de objetos tenues, borrosos, de variadas formas, de diferentes tamaños, a los que se les llamó planetarias por su apariencia circular que las hace parecidas a los planetas. Son más pequeñas que las galácticas, no tienen ninguna relación con el Sistema Solar, como parece indicar su nombre.
Así como las nebulosas galácticas están asociadas con el nacimiento de estrellas, las nebulosas planetarias lo están con la muerte de las estrellas, ya que se cree que se originan por la explosión de las novas y supernovas, y los gases en expansión forman brillantes esferas alrededor de los restos de la estrella. Estas esferas de gas están compuestas principalmente de oxígeno ionizado, lo que hace que la mayoría de ellas brillan con un luz verde o turquesa.
En sus últimos instantes de vida, las estrellas pretenden consumir materias más pesadas, hasta que empiezan a emitir un “cascarón” de gases, volviendo a sembrar materia en la galaxia, misma que sirve para formar nuevas estrellas.
La “Nebulosa de la Mancuerna” (M-27), en la constelación de la zorra, es la nebulosa planetaria mas típica visible con binoculares, y con pequeños telescopios, la “Nebulosa del Anillo”, (M-57) en la Lira.
En tamaño aparente varían desde la mayor, NGC 7293, que tiene un diámetro aparente igual a la mitad del diámetro lunar, hasta objetos que tienen solamente unos segundos de arco de diámetro, y que por el telescopio se ven como una pequeña estrella difusa; rara vez sobrepasan 1 minuto de arco de diámetro.
Las nebulosas planetarias, al ser examinadas telescópicamente, se ven generalmente, como un disco redondo, ovalado, o irregular con orillas definidas. Esta apariencia superficial fue la que les dio su nombre, en los días de observación telescópica defectuosa. En el centro de la masa luminosa, una pequeña estrella azul invariablemente ha sido descubierta.
Con pocos aumentos muchas nebulosas planetarias aparecen tan pequeñas, que solo distinguimos un punto luminoso: las confundimos con una estrella más. Entonces es preciso afinar bien la puntería hasta estar seguros de haberla “metido en campo”, y entonces sustituimos el ocular por otro más potente. Hasta que de pronto, una de las aparentes estrellas se ha transformado en un disquito gris o pardusco. A veces hay que armarse de paciencia, pues la “estrella sospechosa” resulta no ser la planetaria, y necesitamos seguir buscando por los alrededores; pero insistiendo, no fallaremos nunca.
Se han escogido 20 nebulosas planetarias en las listas adjuntas
Durante el Verano es la época donde más nebulosas planetarias son visibles.
GALAXIAS
Las galaxias son, con enorme diferencia, los objetos más lejanos que están al alcance del telescopio del aficionado, y también los intrínsecamente más grandes: cada una de ellas es similar a nuestro propio Universo, y probablemente, puesto que sólo podemos observar las principales, mucho mayor.
Hasta que se utilizó la fotografía a través del telescopio, se creía que las galaxias eran pequeñas nebulosas. Partiendo de estudios detallados de placas fotográficas tomadas durante la primera parte del siglo XX, Edwin Hubble dedujo que las galaxias son realmente grandes sistemas de estrellas independientes
Una galaxia puede ser comparada como si fuera un continente en el océano infinito del universo. Cada una de ellas está compuesta de cientos de millones y aún miles de millones de estrellas individuales. La Vía Láctea es uno de los millones de galaxias conocidas en el universo.
Hasta ahora todos los objetos que se han descritos han sido miembros de nuestra propia galaxia. Y aunque los cúmulos globulares, nebulosas y cúmulos abiertos existen en otras galaxias, éstas están tan lejanas que esos detalles no son visibles con telescopios de aficionados.
Es realmente elevado el número de galaxias que pueden verse con cualquier instrumento, por modesto que sea, siempre que lo permitan las condiciones de luz. Dreyer, en 1888 anotó más de 7,000. Hoy, se conocen centenares de millones aunque en su mayoría han sido detectadas por métodos fotográficos.
Se incluyen en esta lista 66; algunas fáciles de observar, y otras que, probablemente presentarán dificultades, pero todas ellas nos harán vivir la emoción del infinito.
No hay una gran concentración de galaxias en el espacio, aunque hay algunas que se juntan en grupos. La distribución general de las galaxias parece ser uniforme a los límites del espacio alcanzado por los mayores telescopios del mundo, y su número aumenta en proporción al volumen del espacio estudiado; es decir al aumentar nuestro radio de investigación al doble, se descubren ocho veces más galaxias.
Nuestra galaxia, la Vía Láctea, tiene 100,000 años luz de diámetro, las nubes de Magallanes están a una distancia relativamente corta de 150,000 años luz y la Galaxia de Andrómeda, como a 2 millones de años luz.
La naturaleza real de las nebulosas extra galácticas, es decir el hecho de ser realmente galaxias muy similares, en muchos aspectos a nuestra propia galaxia, fue sospechada por varios astrónomos del siglo XIX. Humbolt, por ejemplo en 1850, propuso el nombre de “Universo Isla”. Solamente en los últimos 70 años, sin embargo ha sido revelada su estructura estelar, no son nebulosas extra galácticas, sino galaxias externas. Esto se logró por medio de estudios fotográficos hechos con los grandes telescopios. Durante este período, sin embargo nuestro conocimiento de estas galaxias externas, ha aumentado a grandes pasos. Increíble e incomprensiblemente parece que el universo no tiene límite.
Solamente tres galaxias son visibles a ojo desnudo: Las dos nubes de Magallanes en el Hemisferio Sur y la gran Galaxia espiral de Andrómeda (M-31),en el Hemisferio Norte. Otras galaxias importantes visibles fácilmente con binoculares son: (M-81), la Galaxia del Molinete (M-101), ambas en la Osa Mayor, la del Centauro A (NGC 5281), la del Triángulo (M-33), la Galaxia del Remolino (M-51) en los Lebreles, y la del Sombrero (M-104) en la Vírgen. La observación visual puede descubrir, en un instrumento modesto, muchas más.
La estructura de esta galaxias no podrá ser observada visualmente. En la mayoría de los casos se verá solamente una pequeña mancha luminosa. Sin embargo no nos quejemos mucho del equipo óptico usado por el aficionado, al contrario debemos maravillarnos de que un pequeño telescopio sea capaz de mostrarnos un sistema estelar tan lejano, que la luz que vemos ha viajado durante 2 millones de años para llegar a la tierra y llega con una luminosidad igual a 1/500,000,000 del brillo de la Luna.
Podemos con nuestros telescopios observar las galaxias, como grandes estructuras, inmensas islas de estrellas, que se ven como pequeñas bolas de luz, discos uniformes, espirales, y, cuando se ven de canto, líneas luminosas con núcleos abultados, Otras muchas se ven imperceptiblemente, y como con intermitencias, según el grado de sensibilidad de nuestra retina.
La observación de galaxias suele ser relativamente tardía. Muchos aficionados, que se conocen de memoria la Luna, los satélites y las bandas de Júpiter, o centenares de estrellas dobles, apenas han visto más que la Galaxia de Andrómeda, la del Triángulo o la de la Osa Mayor. Desconocen simplemente que tienen a su alcance de su telescopio cientos y cientos de galaxias. La concentración luminosa de estos cuerpos, y la relación brillo-tamaño aparente permiten verdaderos milagros. Las más lejanas y débiles, cuya luz nos llega desde cientos de trillones de kilómetros, no constituyen precisamente un vistoso espectáculo. Pero producen escalofríos, más que ninguna otra cosa de las que puede contemplar el hombre.
La mejor época para observar las galaxias es la Primavera, ya que en esas fechas es cuando son visibles las mayores concentraciones de galaxias en el cielo.
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